El término probiótico nació en los 50 llamando así a los microorganismos vivos que, en cantidades adecuadas, pueden ayudar a mantener un buen estado de salud. Los más conocidos son los lactobacilos y las bifidobacterias. Pero la flora intestinal incluye millones de bacterias de cientos de especies distintas, todo un ecosistema para investigar.
La industria alimentaria ha encontrado el modo de aprovechar el potencial de estas bacterias: incorporándolas en productos específicos. Para ello es imprescindible averiguar, entre otras cosas, qué microorganismos tienen un efecto claro sobre la salud y qué dosis son necesarias para producir ese beneficio.
Los fabricantes se han metido de lleno en la tarea de investigar las propiedades de los probióticos porque han descubierto que constituyen un filón muy saludable y, por supuesto, lucrativo. Pero también porque la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, sus siglas en inglés) 'expulsará' del mercado aquellos productos que utilicen como reclamo efectos para la salud que no hayan sido demostrados fehacientemente. Si bien muchos "prebióticos" de hoy día pueden desaparecer del mercado, aquellos que pasen los estudios estarán más fuertes en el mercado con el respaldo científico que necesitaban.
Algunas líneas de investigación sobre el uso de microorganismos a destacar son:
Enfermedades inflamatorias: Las personas que sufren celiaquía, condición que los hace intolerantes al gluten, tiene una microflora intestinal con alta concentración de agentes potencialmente perjudiciales -bacteroides y enterobacterias- y una reducción de microbios beneficiosos, como las bifidobacterias. Hacen falta más ensayos, pero ya hay evidencias que una bacteria del género bifidobacterias puede tener un papel regulador beneficioso en estos pacientes.
Embarazo y lactancia: Puede ser interesante usar probióticos para modular la microflora intestinal de la mujer embarazada y, a través de esto, la flora vaginal y, posiblemente, la del feto. Se analiza, por ejemplo, los efectos de la administración de un alimento probiótico a niños destetados sanos y a madres con mastitis (inflamación del tejido mamario).
Alergias: Investigaciones confirman que los probióticos podrían desempeñar un papel modesto, pero beneficioso, frente a los múltiples factores que aumentan la susceptibilidad a las alergias.
Estrés: Si partimos de la premisa que la tensión nerviosa hace que el sistema inmunitario esté más expuesto a procesos infecciosos e inflamatorios, una adecuada alimentación puede paliar los efectos que causa el estrés. Su equipo ha investigado, por ejemplo, los efectos de los probióticos en universitarios que se enfrentan a los nervios de los exámenes.
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