Los científicos tienen el campo abierto de la genómica para la experimentación y encontrar pruebas de enfermedades, conductas y atracciones irresistibles. Este último sería el caso del gen FTO, presente en más de seis de cada diez personas. Según un estudio de la Universidad de Dundee, publicado en The New England Journal of Medicine, este gen es el culpable de que muchas personas sientan vértigo por los alimentos ricos en calorías.
Para comprobarlo, los investigadores sometieron a una prueba a cien niños de entre cuatro y diez años. Los que presentaban esta variación genética eligieron sin dudarlo y de una forma instintiva, al decir de los expertos, comidas con más azúcar y grasas que el resto de niños, que se decantaron por alimentos más saludables.
Cada niño en el estudio participó en tres estudios en los que se analizaban diferentes tipos de comida. La variante genética no tuvo ningún impacto con la velocidad a la que el organismo metabolizaba los alimentos o la actividad y sedentarismo de los niños. Tampoco hubo evidencias de que esta alteración influyese en la sensación de saciedad.
Sin embargo, lo que ha sorprendido a los especialistas es que este gen resultase un imán hacia los alimentos más calóricos. Para el director de la investigación, Colin Palmer, el resultado de la investigación permite modular la obesidad ligada a este gen mediante un control de la dieta más cuidadoso. Este experto también asegura que el hallazgo refuerza la idea de que el aumento de la obesidad infantil podría estar estrechamente ligado al fácil acceso a los alimentos baratos y calóricos, lo que abre una vía a las políticas de salud pública de los Gobiernos.
Los científicos están convencidos de que muchos genes diferentes están implicados en el desarrollo de la obesidad y que son la causa última de que para muchas personas sea muy difícil contener su apetito y su tendencia natural a engordar.
Para comprobarlo, los investigadores sometieron a una prueba a cien niños de entre cuatro y diez años. Los que presentaban esta variación genética eligieron sin dudarlo y de una forma instintiva, al decir de los expertos, comidas con más azúcar y grasas que el resto de niños, que se decantaron por alimentos más saludables.
Cada niño en el estudio participó en tres estudios en los que se analizaban diferentes tipos de comida. La variante genética no tuvo ningún impacto con la velocidad a la que el organismo metabolizaba los alimentos o la actividad y sedentarismo de los niños. Tampoco hubo evidencias de que esta alteración influyese en la sensación de saciedad.
Sin embargo, lo que ha sorprendido a los especialistas es que este gen resultase un imán hacia los alimentos más calóricos. Para el director de la investigación, Colin Palmer, el resultado de la investigación permite modular la obesidad ligada a este gen mediante un control de la dieta más cuidadoso. Este experto también asegura que el hallazgo refuerza la idea de que el aumento de la obesidad infantil podría estar estrechamente ligado al fácil acceso a los alimentos baratos y calóricos, lo que abre una vía a las políticas de salud pública de los Gobiernos.
Los científicos están convencidos de que muchos genes diferentes están implicados en el desarrollo de la obesidad y que son la causa última de que para muchas personas sea muy difícil contener su apetito y su tendencia natural a engordar.
Tomado de El Semanal Digital
2 comentarios:
Con razón! Esto lo explica todo, la culpa de los rollitos en la cintura, no es mi culpa, es culpa de la genética de mis ancestors, ja!
Atte.
Pepe Cruz
En resumen lo qeu nos metemos a la boca nos engorda, tenemos qeu tener un control en nuestra ingesta de calorias y cuidar no sobrepasarnos
Eddy Fernandez T
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