El conquistador español aceptó este tubérculo, pero suprimió el cultivo de otras plantas que, sin embargo, sobrevivieron en el altiplano andino. Incluso, algunas se han cultivado en regiones distantes de Sudamérica, aunque no tienen un mercado vasto. Por ejemplo, el tamarillo –de la familia del beleño–, cuyo nutritivo fruto en forma de huevo, de color rojo oscuro y sabor intenso, es muy apreciado en Nueva Zelanda. Lo mismo sucede con la oca, un tipo de acederilla cuyo tubérculo color de rosa es ácido cuando está fresco pero, al madurar, su pulpa harinosa de color blanco adquiere un sabor parecido al del higo. Otro tubérculo andino es el olluco. Cuando el frío marchita sus hojas, se recogen los tubérculos. La pulpa, de color amarillo limón, recuerda por su sabor a una papa tierna de textura pegajosa.
En esas altitudes, donde el agua hierve a una temperatura muy baja como para cocinar frijoles, los habitantes de los Andes fríen en aceite vainas de nuñas que, al abrirse, ofrecen un centro suave de sabor parecido al del cacahuate asado.
Entre los frutos de la región incaica hay una mora gigante y el babaco (ver foto), pariente de la papaya que tiene cinco lados y una cáscara serosa y amarilla. La pulpa es amarilla y su sabor recuerda a la papaya, la piña y las fresas. El sabor de estas dos últimas se mezcla en la cremosa pulpa de la chirimoya. Mark Twain dijo que "era la delicia misma". Este fruto de tierras bajas asemeja un cono de pino, gordo y verde, parecido al de su pariente cercana, la guanábana.
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